Hemos sobrevivido como
especie en consecuencia de algunos rasgos que nuestro cerebro ha desarrollado
en estos miles de años.
Entre ellos, por ejemplo,
el juicio por impulso, la capacidad de nuestro cerebro para decidir, en unos
pocos milisegundos y de manera inconsciente, si tenemos. Que huir o atacar, y
el prejuicio de semejanza, lo que nos lleva a elegir inconscientemente a
personas que se parecen a nosotros.
Este prejuicio se ha
formado a lo largo de muchos miles de años durante los cuales hemos vivido en
pequeños grupos familiares, donde la semejanza era un criterio que nos permitía
reducir el riesgo de ser matados por animales distintos de nosotros.
Con el prejuicio de
semejanza, se ha formado también la que llamamos zona de confort.
Se trata de un conjunto de
comportamientos y situaciones en los que nuestro cerebro se siente más cómodo,
a gusto. Al mismo tiempo, sin embargo, permanecer demasiado tiempo en la zona
de confort nos impide progresar. Si tratamos de salir de esa zona, nos invade,
aunque no sepamos porqué, un miedo profundo.
Sin embargo, cuando al fin
logramos salir de ella, aunque por poco tiempo, después de una inquietud
inicial, nuestra zona de confort muestra una propiedad prodigiosa: se ensancha
y nos alcanza de nuevo, crece con nosotros. Una vez ampliada, nos permite
encontrarnos cómodos en situaciones nuevas y diferentes, a las que antes
teníamos miedo. Nos hace crecer y aprender nuevos comportamientos y
habilidades, nos hace alcanzar nuevos objetivos y mejorar.
“Me encanta cuando estoy fuera de mi zona de confort.” Alicia Vikander
“Me encanta cuando estoy fuera de mi zona de confort.” Alicia Vikander
Desde un punto de vista
empresarial y de gestión, la zona de confort es muy desfavorable para el
desarrollo del talento y la motivación. De hecho, infunde en las personas una
cantidad de temores, miedos y creencias limitantes que fortalecen cada vez más
los patrones de comportamientos mediocres y habituales.
El líder moderno es aquel
que, además de ponerse en juego a sí mismo, sabe hacerlo con todo su equipo y
sabe cómo crear las condiciones necesarias para explorar, juntos, nuevos
territorios, estrategias y oportunidades.
“En la acción descubrirás el
liderazgo” Arturo Berruezo
Si se asigna a un
colaborador un trabajo que conoce bien, porque ya lo ha llevado a cabo en
varias ocasiones, éste no tendrá ninguna dificultad. Estará en su zona de
confort. La tarea no le enseñará nada nuevo y tal vez acabará aburriéndose. Si
la tarea fuera demasiado fácil el colaborador podría hasta llegar a la ‘zona de
la autocomplacencia’, en la que ya no piensa en lo que está haciendo, avanza
con el piloto automático y es probable que cometa errores.
Si, en cambio, la tarea
asignada fuera demasiado complicada, sin ofrecerle antes la preparación
necesaria o el soporte adecuado, probablemente el trabajo le causará una gran
cantidad de estrés o incluso un profundo sentimiento de pánico. El colaborador
puede que sea capaz de completar la tarea requerida, pero la adrenalina le
privará de toda su fuerza y le impedirá aprender algo de la experiencia. Esta
es la ‘zona de peligro’
Podemos definir las tres
zonas principales que impactan sobre nuestro desarrollo como líderes y
personas.
La zona de confort: donde
pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. Es el lugar de la comodidad, es
seguro, fácil y predecible. Aquí se experimenta un nivel bajo de tensión y se
usa un conjunto limitado de comportamientos. La zona de confort es un lugar
donde nada particularmente desafiante sucede.
Permanecer en la zona de
confort durante largos períodos de tiempo conduce a la mediocridad, el
estancamiento y la falta de crecimiento.
“Un erudito que atesora el amor a la comodidad no es apto para ser considerado un erudito.” Lao-Tse
“Un erudito que atesora el amor a la comodidad no es apto para ser considerado un erudito.” Lao-Tse
La zona de aprendizaje: la
más importante a nuestros efectos, es el espacio entre la zona de confort y la
zona de peligro. Aquí es donde se empujan los límites de las habilidades y
experiencias existentes. Aquí es donde el aprendizaje es real y el crecimiento
tiene lugar. La zona de aprendizaje es donde ocurre la magia, el liderazgo
comienza y crece, donde se construye el éxito y se alcanzan los objetivos.
La zona de peligro: el
lugar donde se empieza a perder el enfoque, se comienza a entrar en pánico y
disminuye el rendimiento. Es necesario no empujar demasiado fuerte o demasiado
rápido. Los líderes exitosos se mantienen fuera de la zona de peligro tomando
descansos regulares. Se colocan en la zona de aprendizaje durante un período de
tiempo y luego se retiran de nuevo a su zona de confort para tomar un descanso.
Una vez recuperados, se preparan para el próximo empujón en la zona de
aprendizaje.
Una actitud positiva y
confiada hacia los retos aumenta nuestra autoestima y mediante feedback
constructivos aprendemos a manejar las críticas de cualquiera, para así
responder con flexibilidad ante las situaciones problemáticas.
Los líderes que asumen
riesgos y entran en su zona de aprendizaje son aquellos que tienen éxito. Sólo
sabiendo renunciar a lo seguro y familiar, se crean oportunidades y desarrollan
nuevas capacidades. A medida de que va haciendo esto, el líder amplía su
influencia y adquiere las habilidades necesarias para asumir desafíos cada vez
mayores.
El valor no es la ausencia
de miedo, es más bien saber reconocer que hay algo más importante que el miedo.
El verdadero líder tiene miedo, pero puede hacerle frente y lo utiliza para
mejorar. Nunca descubrirás todo tu potencial a menos que no salgas de tu zona
de confort. Para crecer debes ponerte en un lugar donde se te exige más. Nadie
ha alcanzado sus sueños quedándose en su zona de confort.
Sacar a la gente de “su
zona de confort” se ha convertido en una de las nuevas panaceas del liderazgo.
Una especia de Dogma de Fe sin el cual es poco menos que imposible extraer lo
mejor de las personas que conforman un equipo de trabajo. Y es cierto,
movilizar a los profesionales a través de retos puede ser una buena manera de
desarrollar su talento. El problema está en pensar que esto es así siempre y en
todos los casos. A veces, demasiado movimiento puede ser contraproducente y una
forma de arruinar el desarrollo de un buen trabajador.
Sabemos lo que se nos da
bien y cómo ponerlo en práctica para obtener buenos resultados con ello. Pero
nuestro autoconocimiento no termina en ser conscientes de lo que sabemos hacer.
También sabemos lo que no sabemos hacer. Aquellas áreas en las que no somos
eficaces, en las que carecemos de formación o experiencia o de ambas cosas, y
en las que es difícil que ofrezcamos la mejor versión de nosotros mismos.
Porque en el fondo, sabemos que hay cosas para las que no tenemos talento y, es
más, no nos importa demasiado no tenerlo y, por tanto, no lo vemos como un
reto.
Esas dos parcelas, la
positiva y la negativa, constituyen las fronteras de la “caja de comodidad”, un
espacio en el que nos desenvolvemos con seguridad. Todo irá bien mientras no
pisemos (ni nos hagan pisar) fuera de ese tiesto.
Hay ocasiones en que un
profesional es muy feliz y muy eficaz trabajando dentro de su zona de confort,
y sería poco inteligente tratar de sacarlo de ahí.
Ese empeño en convertir a
un empleado ‘happy’ y centrado en uno ‘unhappy’ y desconcertado es uno de los
mayores errores que puede cometer un líder. En otras, en cambio, lo que
necesita es que se le plateen desafíos para descubrir esas áreas que quedan
fuera del alcance de su autoconocimiento. Está aburrido, se muestra apático
ente el trabajo porque nadie le ayuda a desarrollar su talento.
El buen líder debe saber
cuándo es conveniente forzar ese peregrinaje de su equipo a zonas inhóspitas y
despobladas y cuando no. A veces, ambas situaciones puede presentarse en la
misma persona. En determinadas tareas se desenvuelve de maravilla y lo último
que necesita es que introduzcan novedades en su rutina; mientras que para otras
necesita un empujón que le permita descubrir sus fortalezas ocultas (lo que no
sabe que sabe) y zonas ciegas (lo que no sabe que no sabe) para desarrollar su
talento. Y ese empujón lo necesita rápido porque, de lo contrario, desconectará
y lo perderemos.
“Mi intuición, es mi visión” Arturo
Berruezo
Bibliografia:
Andres Raya Donet. Director
Academico de ESADE .
Fernando Botella. CEO de
Think&Action.