¿Existe
espiritualidad en las empresas?
Difícilmente se puede adivinar un
matrimonio entre ellas. A la empresa, como emprendimiento, se le supone,
principalmente, la realización de actividades encaminadas a satisfacer
necesidades materiales; y la espiritualidad busca la satisfacción de
necesidades sutiles de trascendencia.
Entenderemos lo espiritual desde
una tendencia no organizada colectivamente, es decir, alejada de instituciones
religiosas o agrupaciones estructuradas.
Al observarla como individual, es
asimismo inclusiva, no descarta a nadie y engloba a todas las personas que
buscan darle un sentido a su vida, una misión encauzada por valores de
comportamiento cuyo resultado sería un sentimiento de conexión con el todo y
con todos, a través del amor incondicional.
▪ Tratar con nuestros propios
sentimientos e inspiraciones y mantener nuestro enfoque no importa lo que
suceda.
▪ Capacitar a que expresen lo
mejor de sí aquellos a quienes lideramos y proporcionar un espacio en el que la
gente pueda vivir trabajar con calidad.
▪ Claridad y perspectiva para
ajustarse a los desafíos que el mundo nos sitúa enfrente.
Estos son objetivos pedagógicos de
un curso real sobre Management y espiritualidad.
En 2015, ESADE preparó un Congreso
sobre Espiritualidad y Creatividad en Management donde Chris Lowney, ex jesuita ahora directivo de JP Morgan, expresó que “el liderazgo es sumamente
espiritual”.
No puede negarse el sentido
trascendente que, desde Elton Mayo, ha ido impregnándola gestión de las
personas en la empresa.
Las teorías del Management del
siglo XX se llenan de intenciones que pretenden generar amor (como sentimiento
de compasión, inclusión y pertenencia a un todo unido; todo lo que hago y
todo lo que hacen los demás repercute en todo), que hoy se unen en la
práctica de la Sostenibilidad, en relación con la Responsabilidad Social
Corporativa, hasta el punto de que existe, como una referencia de reputación
empresarial, la situación en el ranking del Down Jones Sustainability Índices,
donde se cuantifican las acciones de empresa para conseguir un desarrollo
sostenible en materia social, económica y medioambiental. ¿No es esto una
prueba de amor? ¿No es entonces una práctica espiritual?
Una empresa espiritual buscará el
bienestar de las personas con prácticas que generen valor más allá del
beneficio económico, porque ya hay directivos que buscan la mayor obtención de
resultados aplicando prácticas que podríamos encuadrar dentro de este concepto
de ‘espirituales’.
Han propugnado los grandes gurúes
del Management que atendamos bien al cliente, que nos asociemos con la competencia en lugar de
destrozarnos, que busquemos alianzas con los proveedores en vez de exprimirles en
la negociación, que hagamos benchmarking… y que convirtamos a la mano de obra
en capital humano poseedor de talento, en personas tenedoras de competencias
que aplican e invierten en la empresa para ser cultivadas y aumentadas, del
mismo modo que el accionista invierte su dinero para que le genere dividendos.
Desde la función que todavía hoy
llamamos de Recursos Humanos se impulsa, o se puede impulsar, la aplicación de
la espiritualidad en las políticas y estrategias internas de la empresa. Desde
la esclavitud a la atracción del talento, aun a pesar de que la crisis mundial
tan profunda que comenzó en 2007 ha disminuido la extensión de las nuevas
formas de gestión, hemos evolucionado en el trato a las personas hasta la
búsqueda, y a veces el logro, de un clima que propicie ambientes colaborativos y
productivos que tienden a desembocar en una cultura espiritual, la que me
atrevo a llamar la cultura del amor.
La Psicosociología del Trabajo ha
tratado en profundidad el impacto que la pertenencia a empresas y
organizaciones provoca en el individuo. Y ha llegado a la conclusión de que, a
través de la actividad laboral, las personas consiguen la integración en la sociedad
porque cubren sus necesidades vitales. ¿Cuáles son esas necesidades vitales?
Siguiendo a Maslow, a lo largo de la historia y a través de esa actividad
laboral, el ser humano ha podido ascender en la escala. Si el esclavo solamente
encontraba satisfacción de sus necesidades básicas, hoy las empresas pueden ser
capaces de proveer medios para llegar hasta el peldaño de la autorrealización.
Pero hay más, quizá una escalera
hasta el cielo. Richard Barrett, ponente en el Congreso citado, añade tres
niveles más por encima del último definido por Abraham Maslow:
Abrazar una
causa
Dejar
huella
Ser útil
…los que engloba como ‘necesidades
espirituales’ y asimila respectivamente a las ‘conciencias de misión,
contribución y servicio’.
¿Y si a través de la actividad
laboral las empresas también son capaces de satisfacer estas necesidades y
favorecer así la trascendencia de los integrantes que la busquen?
Podría ser. Quizá por medio de la
Dirección por Valores, como así propugna Barrett, o con la teoría del Capital
Humano, o con las prácticas de la Gestión del Talento…
El perfil del profesional que ha
gestionado las relaciones internas de las organizaciones ha ido cambiando su
formación y su talante (además de las características de su talento) para
evolucionar desde la supervisión y el control hasta el trato humanístico.
Llegaron a esa función
profesionales que entendían el valor de las personas como el ‘gran activo de la
empresa’, así era verbalizado en las juntas de accionistas, y se ponían a
trabajar para crear clima y cultura que cumpliera esa letanía.
Era (o es) la forma de cumplir
internamente con uno de los compromisos básicos de la Sostenibilidad: el
desarrollo de la cohesión social con la búsqueda de objetivos comunes. En la
actualidad, las empresas con directivos que priman (o necesitan) la supervivencia
económica ha apartado a estos profesionales para provocar una regresión a
prácticas antiguas de gestión, basadas en el miedo y en el poder, a veces
salpicadas de un paternalismo que les proporcione una pátina de honestidad.
Pero, por el contrario, en esa
visión dual que rige la existencia humana, surgen empresas que apuestan aún más
fuerte por propiciar la satisfacción de esas necesidades espirituales, ya sea
con la atención a las actitudes, la consideración de las emociones, de los sentimientos…
de la colaboración, del liderazgo participativo, del trabajo en equipo… de los
compromisos éticos, de la conciliación y la igualdad de oportunidades, del
desarrollo profesional o de la compensación equitativa…o incluso con la puesta
en marcha de prácticas consideradas directamente como aplicadas a la
espiritualidad:
Fomentar valores espirituales
basados en la convivencia y objetivos comunes.
Promover
sesiones de meditación en grupo.
Organizar
charlas, conferencias y foros sobre espiritualidad.
Favorecer
la participación en acciones humanitarias o sociales.
Crear grupos de apoyo que contengan situaciones emocionales extremas.
Existen estudios de la Universidad
de Harvard y otras entidades de impacto mundial que han encontrado una
correlación profundamente significativa entre un mayor crecimiento del valor de
la acción, o de beneficios económicos, o de rendimiento de las inversiones, y
las compañías con culturas corporativas espirituales.
Y aún más:
- Entendiendo que la labor
fundamental del área de Recursos Humanos es encontrar lo que más les importa a
los trabajadores de la empresa y facilitárselo (convengamos que se trata
entonces de cubrir las demandadas necesidades espirituales) …. si eso les hace
felices, no sólo conseguirá su retención, sino que los mantendrá con
rendimientos elevados.
- Los ejemplos y modelos son
nuestros espejos para evolucionar; siendo las organizaciones el principal lugar
donde las personas desempeñan su actividad, la cultura corporativa marcará
comportamientos de sus integrantes en su accionar con la sociedad, fuera de la
organización, en sus vivencias diarias.
Deduzcamos entonces que la
espiritualidad en la empresa es capaz de generar más valor y de aumentar el
índice de felicidad.
Insight
“…el alma sabe que existe un orden subyacente y trata de encontrarlo. Hasta que nos procuremos la sabia quietud del alma, seguiremos cayendo en viejos hábitos y obteniendo respuestas inadecuadas ante los nuevos retos.”
Deepak Chopra en El alma del
liderazgo (2012)
Bibliografía
José Antonio Prades