sábado, 1 de diciembre de 2018

¡Lidera Tu Influencia! (VIII)






Muchas veces cuando alguien habla de liderazgo piensa, -siguiendo la clasificación de los motivos de David McClelland-, en aquel directivo que tiene estatus y domina a los demás. Sin embargo, esta es una vía peligrosa de interpretar el liderazgo.

Está claro qué, -junto los poderes técnico y moral-, el líder se basa también en el poder formal: es decir, saber utilizar su estatus jerárquico para desempeñar adecuadamente su rol de gestor de personas y asegurar la consecución de altos niveles de resultados.

Es importante que los directivos entiendan que una de las claves del liderazgo reside en saber desarrollar un conjunto de habilidades y actitudes que le permitan atraer y desarrollar talento para obtener altos niveles de rendimiento.

Aquí es cuando los líderes deben aprender la importancia de saber utilizar la influencia; más allá de soportar su autoridad en el dominio del conocimiento técnico y su poder formal.

Partamos de una premisa: “todas las personas pueden influir en los demás”. Así nos lo recuerdan Anne Bruce y Steohanie M. Montanez en su libro, aun no traducido al español, “Leaders: Start to Finish”.

Y es que la habilidad de saber influir en los demás no depende de su posición, sino de su capacidad para:

ü Conectar con los demás, entendiendo sus necesidades.
ü Hacer que la gente se sienta importante y que puede contribuir en todo momento.
ü Apoyar a los demás moral y técnicamente.

La influencia de un directivo no requiere de un alto nivel de autoridad o un alto perfil técnico. Es más, está demostrado que los mejores colaboradores dejan las compañías huyendo de un mal liderazgo más que de las características de la compañía en la que se encuentran.

Por ello, el mal directivo es aquél que no sabe influir positivamente en sus colaboradores para que se comprometan con el proyecto empresarial.
Es importante que los directivos entiendan que las claves para influir positivamente en los demás, –colaboradores, principalmente-, depende del dominio de los siguientes aspectos:

Saber mirarse al espejo:

El espejo del directivo es la organización. El directivo ha de preguntarse: ¿Qué sucedería si cualquier otra persona en la organización actúa como yo?

Ser un modelo de comportamiento para los demás:

Al directivo siempre le están observando. El resto de colaboradores, por su propia naturaleza, acaban siguiendo los comportamientos que les llegan desde arriba.

Por ello, los directivos han de preguntarse: ¿Cuál es el modelo de comportamientos que represento para mis colaboradores?

De ahí que el directivo sepa responder a preguntas como: ¿Cómo me puedo comunicar más eficazmente con mis colaboradores a nivel emocional?

Comunicar al nivel emocional:

Comunicarse a nivel emocional significa ser motivador, hablar desde el corazón, hablar con el corazón, creer fuertemente en los temas más relevantes…  Saber reconocer y gestionar las emociones que mueven a tu equipo. Ello es una parte relevante para construir un sólido puente entre directivo y colaborador.

Ofrecer continuo feedback y apoyo:

Una vez que se ha conectado al nivel emocional con el colaborador, es hora de prestarle un apoyo sólido. Ello, es la clave de una profunda influencia.

Promover a más personas que sepan influir:

Esta es precisamente la clave más relevante para ser un buen directivo. Como líder, el directivo debe llegar a ser un magnífico “influenciador”. Esa es la clave para poder analizar el valor del líder.

Crear que personas en la organización que sepan influir como tú es clave: es consustancial del crecimiento organizativo. Esa la clave del incremento de valor de las organizaciones.

El liderazgo es una tarea, no un puesto. Las personas no te pertenecen, tú les perteneces a ellas. Max De Pree

Los cinco estilos de influencia: ¿Cuál es el tuyo?




Si eres de los que les gustaría mejorar tu capacidad de influencia en el grupo de amigos o en tu trabajo, existe una buena noticia: puedes hacerlo si conoces algunas claves. Un buen comienzo es saber cuáles son los estilos de influencia posibles, identificar en cuál te sientes más cómodo y cuál te cuesta una barbaridad.

En la medida que lo sepas, tendrás más recursos para adaptarte a cada circunstancia y a cada persona que tengas enfrente.
Veámoslos con detalle, tomando la clasificación de DLI:

   1. Estilo asertivo

Insistes para que tus ideas sean escuchadas y no tienes problemas para retar y cuestionar las ideas de los otros. Frases que puedes decir: “Hemos de tener esta conversación”, “estoy seguro de que este es el mejor camino”, “mi posición me otorga autoridad para…”.

     Muchos jefes utilizan este estilo, pero no es necesario tener poder jerárquico para ello. El amigo provocador se encuadra dentro de este apartado. Es un estilo muy útil cuando tienes realmente poder formal, cuando hay una crisis o aprieta el tiempo. Sin embargo, cuidado en abusar de él si buscas colaboración o desarrollar el liderazgo en los otros. Las personas se acaban aburriendo de los “súper asertivos” y pueden llegar a boicotearlos.

   2. Estilo racional

     Para convencer a otros de tus ideas ofreces razonamientos lógicos y datos. Tus frases podrían ser: “Nuestro análisis demuestra que…”, “la única solución lógica es…”, “los expertos creen”, “los números nos dicen…”. Los departamentos financieros o el mundo científico son buenos hábitats para este estilo de influencia. Entre nuestros amigos se identifica a quien le gusta estar a la última de lo que dicen las noticias, los estudios o el último informe sobre el cambio climático.

     Es un estilo muy útil cuando se puede tener una discusión lógica o existen datos. Ahora bien, si hay conflictos emocionales, falta de credibilidad o de evidencias, no es un estilo que funcione.

    3. Estilo conector

     Tiendes puentes, escuchas activamente, comprendes la posición del otro y construyes coaliciones de beneficio mutuo. ¿Cuáles podrían ser los comentarios de un conector? “Creo que entiendo tu problema, ¿cómo puedo ayudarte”, “parece que tres de nosotros tenemos una agenda común, veamos cómo podemos juntos conseguirlo”, “me ocurrió lo mismo el año pasado, déjame explicarte cómo…”.

     Como tiene altas dosis de empatía, es un estilo muy recomendable para conseguir colaboración o para abordar temas complejos con muchos puntos de vista. Sin embargo, no es el mejor si hay poco tiempo para tomar decisiones o si no hay un objetivo común.

    4. Estilo negociador

     Buscas compromisos y haces concesiones para alcanzar acuerdos que satisfagan tu interés principal. Frases típicas de un negociador: “Si tú haces esto, yo haría…”, “te apoyaré en la próxima reunión y cuando me toque mi turno, te pido que…”, “discutamos esto más tarde cuando todos estemos más calmados”.

     Ponerse el sombrero de negociador es muy útil si no hay una respuesta correcta y existen divergencias de puntos de vista tanto en el mundo de los amigos, las empresas o las parejas (en el último caso, el asertivo te generaría algún que otro problema). Sin embargo, es complicado que funcione cuando no existen intereses comunes o cuando hay diferencias jerárquicas considerables.
  
     5. Estilo inspirador

     Defiendes tu posición y animas al resto para encontrar un propósito común ilusionante. Las frases que podrías utilizar son “Si supusiéramos que funciona, qué impacto tendría…”, “solo piensa qué resultado podría tener para el futuro si…”, “nunca he conocido nadie mejor para esto como tú…”.

     Utilizar el estilo inspirador requiere tocar emociones y funciona cuando hay intereses compartidos y se requiere energía y optimismo. Sin embargo, es mejor dejarlo aparcado si existe falta de confianza o hay relaciones adversas.

     En definitiva, la influencia positiva es de las habilidades más anheladas tanto en nuestra vida personal como en la profesional. De hecho, es una de las básicas de los líderes, como explica Ramón Oliver: Todos podemos mejorar en nuestra capacidad de influencia si somos capaces de adaptar nuestro estilo a cada una de las circunstancias que nos enfrentemos. Y la buena noticia es que podemos conseguirlo.
   


El líder es el camino o el faro, de los colaboradores dentro de su entorno y de su desarrollo profesional. Así, el líder ha de saber responder a preguntas como:

¿Cómo influyes en el crecimiento personal y profesional de tus colaboradores?
Un equipo de alto rendimiento en si mismo es un ente influenciador, en este sentido, el líder ha de preguntarse, entre otras cosas, lo siguiente: ¿Qué aportan al crecimiento mis colaboradores?”.



Bibliografía

Grupo Persona Metaplacement®

Pilar Jericó





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